martes, 4 de enero de 2011

El duende lumpenesco


“Pandillas de Nueva York”, es un célebre filme del talentoso director Martín Scorcese.Entrenada en el 2002, un año después de que la “Gran Manzana” fuera atacada en el 11 S. El filme protagonizada por talentosos actores como Daniel Day Lewis, Leonardo Di Caprio y Cameron Diaz que enriquecen esta historia muy compleja y bastante controvertida.


Nuestro relato comienzan en la década de 1840, Irlanda era una pobre colonia perteneciente a Inglaterra. Entre 1844 y 1845, ocurrió una terrible hambruna que hundió su magra economía. Los cultivos de papa se echaron a perder...bueno lo único que tenían para ofrecer al mundo, aparte de las altas tasas de alcoholismo que hacían estragos en su población.


Esta catástrofe alimentaria mato a un millón de personas, UK apenas le prestó atención al problema. Era mejor que se largara esa “población problemática” de la isla, en vez de ayudarla. Los irlandeses (orgullosos nacionalista y fervorosos católicos) hartos de ser oprimidos por la minoria protestante anglófila, decidieron emigrar en masa.


Millones de irlandeses, se trasladaron a Australia, Nueva Zelanda y América ante este panorama sombrío. Cruzaron el océano tumultuoso en barcos cuya higiene dejaba mucho que desear. Se encomendaban al Arcángel San Miguel, para que se los llevara al cielo si es que el barco zozobraba. Llegaron a Nueva York, un puerto infestado de meretrices púberes, balleneros con gonorrea, rufianes despiadados y otros grupos de inmigrantes tratando de mejorar su suerte en la “tierra prometida”.


Entre estos inmigrantes se encontraba un sacerdote católico junto con su hijo y otros compatriotas que se arriesgaron en vivir en este “guarida de lobos”. Muchos habitantes de la ciudad miraban con hostilidad a estos invasores que contaminaban el sagrado suelo americano con sus creencias “papistas” (católicas) consideradas decadentes. Sus enemigos llamados “los nativos” no se diferenciaban de sus rivales. Una tira de pandilleros, proxentas y pendencieros. También de origen foráneo, solo que esta vez provenientes de Alemania, Suiza, Gales y Holanda. Eran la I o la II generación nacidas en EEUU,Se jactaban de ser de confesión protestante y practicaban un chauvinismo hilarante. Masacrarían a cualquier intruso que fuera distinto a ellos.


Eran capitaneados por su líder Bill Cutting que le apodaban “el carnicero”, que representaba en cierto modo al típico americano promedio. De aspecto salvaje, musculoso, escasa formación académica, nacionalista a ultranza, arrogante y con una retorcida devoción religiosa. Huérfano desde temprana edad, tuvo una juventud descarriada y delincuencial. Así que desafio a los extranjeros a un duelo en una plaza llamada los cinco puntos. Ambos bandos se prepararon para una batalla atroz, ocurrió en un día invernal, tétrico y opaco de 1846. El barrio contenió el aliento.


La lucha entre los grupos antogónicos fue cruel, se pelearon a machetazos, cuchillos para desollar pescado, hachas de leñador y hasta con una cruz céltica como arma. La nieve se tiño de sangre. El padre Vallon murió en batalla y el carnicero se proclamó vencedor. Fue una pelea absurda por cuestiones baladís. Si hubieran usado sus fuerzas contra el sistema que los oprimía en vez de desperdiciar su potencial de combate. Al hijo del fallecido líder, le perdonaron la vida. Pasaría mucho tiempo en un “reformatorio”, donde planearía su venganza por la muerte de su padre .


Corría el año de 1863, EEUU estaba inmerso en la guerra civil. Era un conflicto brutal entre la unión y los confederados, por el asunto de la liberación de los esclavos negros. La lucha era terriblemente sangrienta, dejando una estela de destrucción a su paso. Los sudistas les pisaban los talones a los del norte. El número de bajas entre muertos, heridos y amputados era alto. Se necesitaban desesperadamente nuevos reclutas para el matadero.


La ciudad de Nueva York vivía con intensidad, los acontecimientos. La urbe no había cambiado desde la última vez que se pelearon las pandillas. Seguía sucia, llena de putas todavía niñas, marineros con la bragueta abierta, malandrines, vagabundos borrachos, chinos opiomanos y uno que otro atorrante religioso que se quejaba de este lugar olvidado por Dios.


Nuestro protagonista, ahora con otra identidad (Amsterdam). Se encontró con viejas y nuevas caras que le hablaron como manejaba su “reino” el carnicero. Su poder le permitió escalar posiciones, comprando policías y políticos a cambio de que la gente que vivía en los barrios que controlaba su banda de maleantes votara por esos politicastros. Este contubernio funcionaba perfectamente. También conoció a una chica llamada Jenny Everdeane que tenía un pasado terrible: tuvo que prostituirse desde los 12 años para ganarse el pan...ahora era una “carterista” que robaba billeteras a incautos. Ella quizás podía darle algún tipo de calor humano que nunca tuvo en su vida.


No tardo mucho en conocer cara a cara al “príncipe de las tinieblas” que controlaba la ciudad, usando a las autoridades como testaferros. Tras una presentación informal donde no falto una pelea con uno de los secuaces que despreciaba a ese advenedizo. En poco tiempo se convirtió en su mano derecha. Juntos organizaban apuestas ilegales, contrabando e incluso convirtieron a los bomberos en vulgares delicuentes que aprovechaban su labor para robar. Todo este barullo, le hizo afianzar la confianza que tenía con el joven.


Su “lealtad” se puso a prueba cuando asistieron a la obra “la cabaña del tio Tom”. Mientras escuchaban con sorna el relato moralista que criticaba la esclavitud. El carnicero sufrió un atentado que lo dejo herido. Amsterdam le salvo la vida y mato al sicario. Los asistentes terminaron por abuchear el espectáculo y saquear el teatro. Con este incidente, el muchacho pudo infiltrarse en su entorno para su plan.


En un par de meses, se celebraría un aniversario de la victoria de los nativos sobre los “invasores”. Aprovecharía el momento para asesinarlo. El evento se desarrollaría en un fumadero de opio que en ciertas ocasiones lo transformaban en un centro de convenciones para divertirse y dedicarse a una serie de excesos. Además era una parodia grotesco de un club patriótico.


Intentó asesinarle, tirándole un cuchillazo, por poco lo logro. Escapó a duras penas de ese “manicomio”. Además se descubrió su verdadera identidad. Parecía acabado, todo su esfuerzo se fue al carajo. Cuando la gente supo que era hijo del padre Vallon, muchos de sus compatriotas que lucharon junto a él en esos tiempos terribles, le ofrecieron sus servicios para hacer realidad la venganza que tantos años esperaron. Se convirtió en una especie de “Mesias” que restauraría el honor mancillado de los irlandeses. La batalla se lucharía otra vez en los “cinco puntos” para la revancha.



Justo en esos aciagos días de Julio, había un clima de malestar en la ciudad por la nueva ley de reclutamiento. En la cual podian eximirse del servicio militar si pagaban una suma de 300 dólares. Era una cantidad de dinero que no podían pagar. Su ira se acrecentó al saber que esto los perjudicaría seriamente, ya que los hijos de los ricos podían eximirse de ir al frente. Durante mucho tiempo el pueblo no le interesaba las cuestiones políticas especialmente las que estuvieran relacionadas como administraban ,“las autoridades que debían representarlos”, sus comunidades.


La gente salio de sus chabolas a reclamar por que los tenían que ir al matadero por ser simplemente pobres y no los vástagos de las familias acomodadas. Para Karl Marx, este acontecimiento lo consideraría una revolución espontánea producida por los arrebatos emocionales de las personas. Una formúla que solo llevaría a un inútil derramamiento de sangre.



Mientras que la metrópolis era devorada por la violencia, las pandillas se preparaban para este momento decisivo. Antes de que se enfrentaran, sus líderes rezaron para que les concedieran la victoria: uno oró con el medallón del San Miguel Argangel y el otro según su credo protestante. Cuando estaban a punto de pelar, la artillería naval empezo a bombardearlos. Rivales y amigos murieron, quedaron heridos o se dispersaron. En medio de este caos, los dos adversarios quedaron solos, donde uno solo podría quedar en pie. Hay una atmósfera tensa simbolizada por la polvareda de los cañonazos. El carnicero aprovechó la niebla para atacarlo, pero su rival pudo reaccionar. Le metio una puñalada en el pecho, le hizo pagar todos sus crímenes incluido el de su padre. Antes de morir pronunció esta frase que resumía su azarosa vida “muero como un verdadero americano”.


La clase dirigente una vez mas recurrió al ejército para restaurar el orden. La milicia entró a sangre y fuego a los barrios populosos para calmar la situación. Hubo saqueos, linchamientos de afroamericanos, violaciones, asesinatos y enfrentamientos con las fuerzas del orden. Murieron alrededor de 1400 personas, las autoridades solo se lamentaron de haber perdido una cantidad significativa de “votantes”, mostrando su desprecio por esos seres insignificantes.


Su novia que escapó a las justas de esa vendaval, se encontró con el. La pareja comtempló ese panorama apocalíptico de Nueva York, mientras reflexionan si irse al Oeste donde podrían obtener la paz que tantos años les fue esquiva.