Francis Scott
Fitzgerald (1896-1940), tuvo en su corta vida una carrera marcada por su
talentosa vena literaria así como el ocaso de su vida simbolizada por la
tragedia. Perteneció al movimiento de “La generación perdida” donde fueron
miembros destacables como los nobeles de literatura: El aventurero suicida
Ernesto Hemingway y el sureño atávico William Faulkner más la critica Gertrude Stein. Con ello me
adentro en la narrativa norteamericana, que empecé a investigar desde las
letras contestarías de Upton Sinclair.
A diferencia del autor
que he mencionado en este blog, Scott Fitzgerald nació prácticamente en “cuna de oro”. Piso por
primera vez los pasillos de la universidad elitista de Princeton en 1913, se
destaco por ser un playboy frívolo, talento precoz para las letras con obras de
teatro de tipo cómico y anhelar ser miembro del equipo de fútbol americano de
su alma máter. Todos esos primeros años de formación intelectual los plasmaría en su primera novela “Al
este del Paraíso”.
Pero la entrada de EEUU
en la I guerra mundial, por abril de 1917, hizo que el joven abandonara los
estudios y se alistara en la milicia. Pero para bien o para mal el armisticio
llego mientras recibía instrucción militar…en cambio al otro lado del mundo su
futuro rival literario Hemingway no tuvo la suerte de que el conflicto no se
redujera a “un mero capricho juvenil” como tuvo el primero, ya que sufrió en carne
propia en el frente italiano los estragos físicos y espirituales de misma, que
seria inspiración de “Adiós a las armas”.
Pero “el soldado
frustrado” no se desanimo y se dirigió a Nueva York a buscar fortuna. La urbe
vivía “los locos años 20”. Caracterizados por el Jazz, el Charleston, las
fiestas extravagantes, la doble moral de la prohibición del alcohol, los carros
lujosos, las estrellas del cine mudo y la frivolidad juvenil. Es una época de
felicidad absoluta donde empezaría a publicar sus primeros escritos seria también
simbolizada en su matrimonio con Zelda Sayre (1900-1948), una millonaria
heredera de Alabama que conoció mientras hacia su servicio militar. Un año
después nació su hija Frances y parecía que el porvenir le sonreía.
En 1925, se traslado
con su familia a Francia, estableciéndose en París Allí frecuenta los círculos
literarios donde se hallaba el infaltable Hemingway y otros literatos
expatriados que exponían su talento literario en los cafés parisinos en medio
del Whisky, los cigarros, el francés y los recuerdos de la “Gran Guerra” o de
la vida pasada en América. Su estadía se caracterizo por el derroche y la
extravagancia que fueron la materia gris para la creación de otra novela que lo
haría famoso en la posteridad “El gran Gastby”.
“El gran Gastby”,
considerada por muchos como un relato perfecto. Es la vida de un mito viviente
llamado o que se hace llamar Jay Gastby que mucha gente ha oído hablar, asistir
inclusive a sus llamativas fiestas en su mansión…pero pocos conocían lo que se
ocultaba detrás de la mascara que llevaba como un millonario enigmático. Nick
Carraway, alter ego del autor, va desentrañando la verdad oculta en medio de
una sincera amistad que va desarrollando con el protagonista. Descubre que el
esta enamorada de su prima Daysi que esta casada infelizmente con el magnate
Tom Buchanan que prefiere jugar polo y juntarse con su amante en vez de estar
con su mujer.
.
.
Por ello en el relato, se describe la relación adultera entre Daysi y Gastby comenzando cuando se vuelven a reencontrar en una fiesta hecha en su residencia hasta que culmina con la revelación de su infidelidad y el asesinato de este ultimo. El tiene que crear una identidad para ocultar sus orígenes muy humildes para conquistar el corazón de su amor imposible, siendo visto por los millonarios (especialmente el esposo de Daysi) como un advenedizo. Entre la protagonista y Zelda hay muchas similitudes empezando por su manera de vestir, que son rubias y su origen aristocrático en cada párrafo de principio a fin que las hacen parecer la misma persona.
El crack del 29, hizo
que Scott Fitzgerald tuviera apuros económicos esto se agregaba con la
enfermedad mental que sufría su mujer, la obliga internarse en un sanatorio
mental en Suiza. A partir de 1930, tuvo que regresar a EEUU convirtiéndose en
guionista de Hollywood para sortear la terrible crisis económica que padecía. En
1934, publica la novela “Suave es la noche” que ejemplifica el derrumbe de su
estrella. El alcoholismo, el olvido y los intentos de suicidio marcaron los últimos años de su vida. Falleció el 21
de diciembre de 1940, un año antes de que EEUU entrara en la II guerra mundial,
por un paro cardíaco en la ciudad de Los Ángeles mientras escribía “El ultimo
magnate”. Zelda fallecería unos años después en un incendio del sanatorio donde
se encontraba.
El autor tuvo un final
muy parecido con Gastby, aquel personaje donde todos querían estar pero al
final solo unos cuantos en su funeral. Es decir que vivió una época de
esplendor y luego se sumió en el anonimato y la ruina. Un baile de mascaras
llenas de frivolidad, lujo y bailes donde los protagonistas de sus novelas
esconden una serie de taras morales y sociales con tal de estar en el máximo
escalafón aunque esto llevaría mentiras de por medio. Ese fue el gran legado
del mito viviente.