miércoles, 19 de octubre de 2011

El Sexto: La Prisión del Ser


Este 2011, se celebra el centenario del nacimiento del escritor apurimeño Jose María Arguedas ( 1911- 1969), que por razones de marketing turístico no lo declararon como lema del año. Teniendo miles de razones para merecerlo. Incluso pudo ganar el premio nobel por tanta genialidad literaria reunida en sus escritos, ya sean cuentos, poemas y novelas. Pero hay una obra especial que plasma ello: “El Sexto”. El libro publicado en 1961, relata la experiencia no menos traumática del autor en dicho lugar.
La creatividad llega de las situaciones más inesperadas, surgida cuando participaba en una protesta siendo estudiante sanmarquino a favor de la república española. Corría el año de 1937, era una época genial para ser universitario...ya que el debate era intenso debido a la coyuntura mundial. La guerra civil española ocupaba un puesto privilegiado en las tertulias universitarias. Se burlaban de la poses imperiales de Mussolini, alababan la valentía de los brigadistas internacionales y lo más importante se leía como cancha.

Justo en esos momentos, se enteraron de que el general italiano apellidado Camarotta (representante del Duce) iba a visitar su universidad. Aquella noticia indignó a los alumnos que se declaraban partidarios de la república que la triada dictatorial (Hitler, Mussolini y Franco) quería destruir. Por aquel entonces, el gobierno peruano encabezado por el dictador Oscar R Benavides era simpatizante facistoide. A ello se les agregaba el bombardeo a la ciudad vasca de Guernica y la humillante derrota de las tropas italianas en Guadalajara por parte de los republicanos, exacerbaron los ánimos de protesta.
Los universitarios, entre ellos Arguedas pifiaron su presencia e intentaron arrojarlo a la pileta para humillarlo. Durante unas horas el patio de la universidad se convirtió en un campo de batalla, uno más que presenciaba la madre patria. Ante esta humillación, los involucrados en este acto fueron juzgados en un tribunal militar y enviados a la prisión brutal “El Sexto”, una mole de cemento ubicado en la avenida Alfonso Ugarte.


Donde estaban recluidos los delincuentes más avezados, violadores, traficantes de drogas, asesinos y dementes. Era mitad fumadero mitad manicomio. Incluso se enfermó de apendicitis en los últimos días de su reclusión. Él estuvo más de un año en ese infierno.
Allí empieza la historia de Gabriel (alter ego del autor). El protagonista tras ser encarcelado por “pensar distinto” empieza a ser parte del universo que puebla la cárcel. Desde el primer piso lo poblaban los criminales más brutales, cuyos monarcas eran “el negro Puñalada”, “el gordo Maraví” y el travesti “El Rosita”.
Allí predominaba la ley del más fuerte. Los odiaba, porque ellos eran la representación más grotesca del enemigo que tanto combatía Hasta el tercer piso donde se encontraban los presos políticos, a los que consideraban una especie de santos que luchaban contra "El can Cerbero", cuyas tres cabezas estaban constituidas por la oligarquía, la iglesia y los gorilas (militares).
El autor resalta las luchas políticas entre los apristas y comunistas. También se distingue sus diferencias ideológicas y numéricas. Además se lanzaban acusaciones por ejm...se les acusaba a los marxistas de ser agentes de Moscú y a los militantes del partido de la estrella de ser cómplices de la burguesía. El joven no tomo partido por ninguna tendencia ideológica (al igual que el escritor) y se proclama como un idealista que ama su país. Aquella neutralidad no agradó a sus compañeros, no por ello perdió a sus amistades, especialmente la del minero Alejandro Camac. Su amigo murió tras una penosa enfermedad y él lo cuidó en sus últimos días.

Un buen día, vieron una escena que marcaría a Gabriel. Ya había visto, como “Puñalada” maltrataba a los reclusos más débiles y ejercía el poder absoluto en su celda. Pero aquello, fue “la gota que rebasó el vaso”. Un adolescente campesino llamado Libio Tassayco lo mandaban al primer pabellón donde tendría una experiencia horrible. El chico era acusado por su patrona por el robo de su collar...y para colmo lo encontró tiempo más tarde. Pero el púber, fue violado por los delincuentes. Aquello es una metáfora de la injusticia que hay en el Perú, donde los intereses de los ricos siempre son favorecidos.
Esto se le sumaba a la prostitución que era sometido un preso adolescentes apodado “El clavel” que termina loco. Harto de tanta inmundicia le paga a otro recluso llamado “El Piurano” para que asesine a esa" rata". Pero otro reo se le adelanta, un andrajoso demente que mostraba su falo a 5 centavos a los demás presos. Posteriormente es interrogado junto a su compañero por la muerte del zambo. Luego ambos tiene altercado con un investigador conocido como “El Pato”. En el que termina asesinado. La muerte de esa lacra, es una victoria del tercer pabellón. Pero unos días se encuentran con otro maleante que va a remplazar al criminal asesinado.

Posteriormente esta experiencia se plasmaría en las siguientes obras donde los protagonistas viven una prisión espiritual. Ya sea Ernesto en el internado o los habitantes de Chimbote presos de la ignorancia, la promiscuidad y la pérdida de su identidad andina. Esto se ve también en la novela “Yawar Fiesta" donde los campesinos, viven en una cárcel llamada hacienda cuyo carcelero era el gamonal “Don Julián”. Además se plasma esa visión pesimista en “Todas las sangres”, en que los indios del pueblo de San Pedro de Lahuaymarca son prisioneros de los intereses del capital extranjero (consorcio Wisther-Bozart).
José María Arguedas vivía en una prisión espiritual donde las depresiones, sus traumas de infancia y su enorme desazón de que el mundo andino desapareciera bajo el peso de la modernidad. Hizo que se liberara de ese “Azkaban”, que recluía su alma. El 2 de diciembre de 1969, moría tras 4 días de agonía tras disparse un tiro en la sien.
Ya antes había protagonizado un intento de suicidio tres años antes. Entre tanto Perú cada vez más se asemejaba al “Sexto”, con tanta corrupción, violencia, dictadura, pobreza y hambre en los años que trascurrieron tras su muerte teniendo la dicha de no presenciar ese sombrío futuro. El consagrado autor en esos aciagos momentos ya era un pájaro libre en su Edén andino.