jueves, 17 de febrero de 2011

El sueño del celta



Hace dos meses, Mario Vargas Llosa recibió el premio nóbel de literatura que durante años le fue esquivo, reivindicando a la lengua castellana. Su última obra “El sueño del celta”, es otro de los universos que el autor ha creado con su prolija pluma. El libro trata sobre la vida del diplomático, humanista y rebelde irlandés Róger Casement (1864-1916), que se atrevió a denunciar las atrocidades que se cometían tanto en el Amazonas como en el Congo contra las poblaciones nativas por personas que se consideraban civilizadas. Vamos a contar el relato que dará mucho que hablar.


Corría el año de 1880, nuestro protagonista era un mozuelo de 16 años que trabajaba en una compañía naviera que hacía viajes a las costas africanas. El adoslecente le fascinaba África, un continente desconocido, lleno de misterios fascinantes por descubrir. Era admirador infatigable del explorador galés nacionalizado americano Morgan Stanley, que hizo célebre por encontrar al misionero escoces David Livinstong sano y salvo, en la región de los grandes lagos, actualmente Uganda. A los 20 años se embarcó al Congo cumpliendo su sueño. Tenía un idealismo, que sus compañeros consideraban “raro”. No venía enriquecerse como los demás sino a llevar el progreso y la ciencia de Europa.


Henry Morton Stanley 1841-1904

En ese época, El Congo se convirtió en la propiedad personal del rey Leopoldo II de Bélgica. El monarca quería que este enorme territorio, se convertiría en una fuente de materias primas que abastecerían las industrias europeas a cambio sus habitantes se convertirían en personas civilizadas. Esto se promocionaba como una empresa humanitaria que los sacaría de las superticiones, canibalismo y de la esclavitud de los mercaderes árabes a los nativos congoleses.


El joven Roger, tuvo la oportunidad de conocer y ser parte de la expedición liderada por su héroe Stanley en las selvas africanas. Tras recorrer, un sendero dificultoso, con un clima tropical inclemente y acosados por los mosquitos que trasmitían malaria pudieron llegar a las aldeas, lo que vio marcaría su porvenir. El líder de los exploradores, les hizo firmar una serie de tratados, con las tribus, en los cuales cedían sus tierras y hombres para la extracción del caucho. Luego de suscribirlos brindaba con los nativos con ron y whisky. Le molestó que fueran a firmar unos documentos que no sabían de que se trataba su contenido debido a que estaban redactados en francés. Decidió encararlo, esto era demasiado. Al ver a reacción del joven, justificó esa actitud alegando que era para “bien de los nativos”. Sería el preludio del horror.


Los africanos podían ser azotados con un látigo hecho de piel de hipopótamo (llamado "chiquotte", les amputaban la mano y los mataban al no entregarles a los europeos las cuotas requeridas de caucho. La mitad de la población congoleña de ese entonces unos 20 millones, fue exterminada. A pesar de que literalmente estaba “en las entrañas del infierno”, no perdió su humanidad como hubiera sido normal en esta tierra sin Dios. Allí conoció al marinero polaco nacionalizado británico Joseph Conrad, futuro autor del célebre libro “el corazón de las tinieblas”.

La tragedia del Congo

Al empezar el siglo XX, la prensa europea y norteamericana querían averiguar que pasaba realmente en el Estado Libre del Congo. Justo en ese momento, Casement era cónsul de UK en Angola, por entonces colonia portuguesa. Con ese cargo podía hacer sus investigaciones a pedido del gobierno inglés. Tras recuperarse de su tercer ataque de malaria, que lo dejó postrado en la cama por un año. Pudo partir a cumplir su misión.


"Te daré suficiente caucho para que te hagas una conciencia elástica"

Recorrió en un buque de vapor los serpenteantes ríos que tenía la región. Recabó información en los puestos militares de avanzada, las misiones religiosas y las escasas postas de salud, regenteadas por las monjas, que lidiaban con los males tropicales que hacían estragos. Le consternaban ver a miles de bantues, hutus y tupsis con los mienbros cercenados. Todo ello era la metáfora perfecta de cuan brutal se puede convertir el capitalismo en aras de obtener ganancias.


Todas era graves acusaciones contra el rey, que se consideraba humanitario con su mensaje colonialista. Regresó a Europa en 1904, donde publicó su informe que causó una gran conmoción. Muchos incluso dudaron de su autenticidad, pero el documento logró que el monarca cediera. Renunciando en 1908 a tener al Congo como posesión personal, convirtiéndose en colonia belga. Bélgica no estaba preparada para tenerla como posesión colonial, a diferencia de UK y Francia que contaban con una doctrina y experiencia en esos asuntos, los belgas carecían de ella.



El caso, lo convirtió sin querer en una persona famosa, que era perseguido por cientos de periodistas para que les hablara de su famoso descubrimiento. Ante la presión de los medios, decidió refugiarse en su natal Irlanda, donde encontró tranquilidad. Fue en esa estadia, en la cual se interesó y se enamoró de su tierra natal. A pesar de haber sido criado en un hogar probritánico, el sentimiento por Irlanda no se disipó. Incluso quiso estudiar el gaélico, lengua que hablaban los irlandeses antes de ser conquistados por los ingleses.


Pero su descanso, no duró mucho y retomó las labores diplomáticas esta vez en Río de Janeiro, por entonces capital de Brasil. Otra vez de nuevo a la aventura. Su permanencia en el país carioca no fue muy agradable. El clima húmedo afectaba su salud, las tareas burocráticas lo tenían atado. Hasta que le encomendaron una nueva misión a finales de 1910. En UK, se formó una comisión para investigar a la “Arana Company” que extraía caucho en el amazonas.


Esta empresa cotizaba acciones en la bolsa de Londres y era acusada por practicar un régimen de esclavitud y terror contra los indígenas amazónicos. A diferencia del Congo ( que era una especie de finca real), la zona del Putumayo le pertenecía al estado peruano. El presidente de ese entonces Augusto B Leguía, fervoroso britanófilo, se declaró dispuesto que la comisión investigara las actividades de la compañía cauchera. A su juicio, era un malentendido que se resolvería pronto. Los caucheros traían el progreso y el amor a la patria a “los potos calatos”, en esa recóndita región.

Iquitos 1910

Si perder el tiempo, la comisión partió a Iquitos haciendo escalas en la isla de Barbados (colonia británica) y Manaos en Brasil. Al llegar a “la capital peruana del caucho”, le pareció un sitio surrealista llena de contrastes. Por un lado, las mansiones (hechas con materiales importados de Europa) de “los barones del caucho” se alzaban imponentes. El comercio florecía, la urbe tenía vida propia, un pequeño tranvía circulaba, incluso decían que los ricos hacían lavar sus ropas en Lisboa. Por otro lado, la miseria era espantosa, ejércitos de chiquillos decalzos y zarrapastrosos pululaban las calles. Había muchas prostitutas brasileñas y otras que decían ser “francesas”, en busca de clientes. Las borracheras y apuestas estaban “a la orden del día”.

La casa de hierro Eiffel

También vio que en Iquitos , un mayor mestizaje racial al contrario del Congo, donde el racismo era marcado. Roger y sus colegas de la comisión fueron invitados por los gerentes de la compañia. El banquete le parecía digno de un césar, con una gastronomía que en UK sería inaudita. Cuando abordó el tema espinoso de los abusos contra los indígenas, la amistad con esos “caballeros” se terminó. Muchos se incomodaron, como si les hubiera dicho una blasfemia. Supo que iba ser más difícil de lo esperado.


Unos días despues, fue tratar de hablar con las autoridades el asunto. El prefecto los recibió en su despacho donde estaba colgado el retrato de Leguía, que le hacía recordar que el estado existía. Repitió el mismo monólogo pero al final dijo algunas verdades. La compañia pagaba los sueldos de los militares, policías y funcionarios que siempre llegaban atrasados por parte del gobierno. Sin ella la soberanía peruana sería historia ya que era amenazada por su competencia colombiana.



Sin dejarse convencer, partió a la cuenca del Putumayo considerado como un territorio sin ley ni orden. Solo prevalecía el más fuerte. La comisión viajaría a cada una de las caucherías más importantes para constatar las informaciones que hablaban de abusos ejercidos allí. Al llegar a la primera estación, vieron un espectáculo horripilante. Observaron como miles de indígenas transportaban el caucho cargando unos bultos cuya peso superaba toda lógica humana. También se percataron que tenían huellas de latigazos en sus cuerpos y marcados con las iniciales de la empresa.

El caucho: sangre que brota de los árboles

Unos barbadenses que trabajaban, se aprestaron a dar testimonios de lo ocurrido. Hablando de atrocidades que cometían los caucheros. Los relatos que incluían: torturas, masacres, inanición ,violaciones, sadismo y codicia extrema. Algunos comisionados, no pudieron soportar ese cúmulo de maldades que hablaban...pero Roger aguantó, ya tenía experiencia con el horror. Mientras recorrían las caucherías escuchaba historias similares, parecía que la maldad competía por inflingir el mayor sufrimiento a los hombres. Encontro singulares aparatos que estaban a la vista y paciencia de todos.



Encontraron un cepo que era utilizado para castigar a los indígenas que no cumplían su cuota de caucho, al verlo decidio probarlo y sintió un dolor indescriptible . Otra cosa que le llamó la atención fue unas balanzas que se utilizaban para pesar la materia prima recogida. Se dieron cuenta de que estaban trucadas al pesarse, las cantidades que se mostraban eran mínimas. Todo esto se hacía para explotar con más saña a los nativos.


Empezó a oir el nombre de un cauchero llamado Armando Normand, mitad peruano mitad inglés, se tejían muchas leyendas sobre él: Decían que era un abogado graduado en una prestigiosa universidad de Londres, también era conocido por asesinar por diversión a los nativos, incluso se rumoreaba de ser un depravado sexual metiéndoles ají en la vagina de las púberas amazónicas que tenía como concubinas, para excitarse. Muchos de sus colegas les fascinaba y les causaba risa sus “hazañas sexuales”, pero a él no le causo gracia esos comentarios. Decidió conocer en persona a ese siniestro personaje.

Las caucherías

Al llegar a su reino conoció a ese individuo: era un ser menudo, rubio, llevaba siempre un revolver y era acompañado por su harén. Su campamento era una pequeña fortaleza, hecha de empalizadas y vigilado por hombres armados con rifles winchesters. Al hablar sobre las acusaciones de ser un déspota asesino, justificó sus fechorías: escudándose en la ausencia del estado, el primitivismo de los indios y el ambiente hostil de la selva. El hombre no tenía remedio.

Un infierno en el paraíso

Hizo unos cálculos, estimaba que en 1890 vivían unos 50 000 boras, huitotos y andoques en la cuenca del Putumayo. Ahora en 1910, eran solo 15 000. esto graficaba la brutalidad en la que eran sometidos. Con estas reflexiones se volvió sin querer en un analista de la realidad peruana. Perú era y es un estado fallido. Era muy centralizado, en una capital llamada Lima que soñaba con París y vivía a espaldas del resto del país como una burbuja. La clase gobernante por ser corrupta, elitista e ignoraba los problemas que atravesaban los pueblos andinos, amazónicos y afroperuanos. Considerados ciudadanos de segunda clase. Para Roger el gobierno tenía la culpa por permitir este atropello, haciéndose “la vista gorda”ante sus crímenes. Para ellos, la empresa salvaguardaba los intereses peruanos en el Amazonas.


Arédomi y Omarino

Al regresar a Londres, se llevó a un par de niños nativos llamados Arédomi y Omarino, estos les fueron regalados por un cauchero. También los trabajadores barbadenses viajaron con él, retornando a Barbados. En la capital británica, dedicó a redactar el “blue book”, un documento que tendría una gran repercusión. Las conclusiones del informe alarmaron al gobierno peruano, avergonzado por este escándalo internacional, decidió sancionar duramente a los culpables. Mandaría fuerzas policiales y militares a la zona, también designaría a un juez especial para impartir justicia. Al principio satisfizo a la opinión pública. Pero transcurrió un año y sospechaban de que era solo una cortina de humo para tapar los abusos.


En octubre de 1911, Róger hizo un segundo viaje a Iquitos para ver si era cierto si “los barones del caucho” seguían explotando a los nativos. Al llegar comprobó que nada había cambiado. Supo que el magistrado, fue “desaparecido” y el estado terminó dando razón a los caucheros. Algunas personas de confianza le advirtieron de que no viajara al Putumayo, no saldría vivo de allí. Pero le suministraron valiosa información acerca de las actividades de la compañía. Le dijeron que era mejor entregárselo a él que al prefecto que dejaría que se apolillaran esos documentos. Casement comprendió otro problema de la realidad nacional: la desidia y corrupción de las autoridades.


Los caucheros

Tras confirmar que las caucherías seguían operando en sus “reinos feudales amazónicos”. La prensa internacional descargó su furia contra “la Arana company”. La presión mediática hizo que los principales bancos europeos y americanos dejara de suministrarle dinero. Julio Arana, magnate del caucho, fue citado en un tribunal en Londres para responder por crímenes de lesa humanidad contra las etnias amazónicas, por un afan desmedido de lucro.

Julio Arana 1864-1952

Arana, era el prototipo del empresario peruano. Al principio era un chico pobre que vendía sombreros en su natal Rioja, luego se metió al negocio del caucho que lo hizo rico. Tenía una mansión en Kensington (barrio acomodado de Londres), un palacete en Ginebra (Suiza) y una casa de playa en Biarrizt (sur de Francia). El juicio arruino su reputación y su delicada situación judicial, agravada por evidencia comprometedora, lo llevo a declarar su compañia en bancarrota. Fue el comienzo del fin para su emporio. La quiebra de su empresa, llevo a Iquitos a volver a esa ciudad aislada de la selva peruana, que alguna vez fue el símbolo de la extravagancia que produjo el boom del caucho con la abundancia de riqueza que emanaba.

Las oportunidades perdidas

Los hoteles cerraron, los viajes de los vapores se redujeron, la bulla se convirtió en silencio, hasta “las prostitutas francesas” se fueron en busca de nuevos horizontes. Las caucherías se convirtieron en pueblos fantasmas. Los esclavos aprovecharon para fugarse o rebelarse. Esto fue las terribles lecciones que dejó el boom del caucho, tan desaprovechado como hacer que el Perú salga del subdesarrollo. No sería el primero boom ni el último que nuestro país desaprovecharía.



El 3 de agosto de 1914, Inglaterra le declaró la guerra a Alemania al invadir Bélgica. Roger ahora convertido en un nacionalista radical tras retirarse del servicio diplomático. Vio el conflicto como una oportunidad para independizar Irlanda del dominio británico organizando un levantamiento. Casement viajó a Nueva York para reunirse con inmigrantes irlandeses, simpatizantes de la causa. Con ello reunió fondos y logística aprovechando la neutralidad de EEUU en ese entonces.

Placa conmemorativa de la estadía de Róger Casement en Baviera

Acordaron que viajaría a Alemania pasando por Noruega, un país no beligerante, acompañado por un guía noruego que sabía alemán. Los germanos le proporcionaría armas y entrenarían a un comando élite llamado “brigada irlandesa”, para luchar al lado de los insurgentes. La insurreción, pondría en peligro la retaguardia de los británicos y ponerlos fuera de combate. Al llegar a Berlín en el otoño de 1915, su salud no era muy buena y sus planes acerca de la rebelión no andaban muy bien. “La brigada irlandesa” era una unidad pequeña y con nula capacidad operativa. Durante el invierno se refugió en Baviera para alejarse del estrés que le ocasionaba la actividad política.


Proclamación de la independencia

Las malas noticias aumentaron, cuando los rebeldes irlandeses llamarían a la insurrección llevada a cabo por el mes de abril en Dublín. Casement se alarmó por esto, sería un suicidio iniciar una rebelión sin el apoyo militar de los alemanes. Conocía y estimaba a los líderes rebeldes destacándose el poeta místico y nacionalista Patrick Pearse. Solo conduciría a una terrible masacre si la iniciaban.


El frente de batalla europeo 1916

El levantamiento debía coincidir conn una importante ofensiva alemana por mar, aíre y tierra contra los ingleses apostados tanto en Flandes como en las islas británicas y en el mar del Norte. Eso distraería su atención. Desoyendo los consejos de sus anfitriones teutones, se embarcó en un submarino que lo llevaría a Irlanda. Al llegar, trataría de convencer a los insurrectos de su descabellada medida. Tras una penosa travesia llegó a su patria. Ser atrapado “infraganti”, por los ingleses, lo llevaría al cadalso.

Patrick Pearse proclamando la independencia

El 24 de abril de 1916, Patrick Pearse y otros dirigentes proclamaron la independencia de Irlanda en la oficina de correos. La insurrección comenzó...a pesar de que no tendrían apoyo germano para la causa. Fue una lucha desigual, que duró una semana. El centro de Dublin quedo arrasado por los brutales combates que dejaron cientos de víctimas en ambos lados. Los cabecillas fueron capturados tras rendirse y ejecutados por un pelotón de fusilamiento.


Róger, fue apresado unos días después de su accidentada llegada. Supo del terrible desenlace de la revolución y el hundimiento del barco que llevaba armas a los rebeldes. Fue confinado en la infame prisión de Pentoville, en las afueras de Londres. El héroe aclamado por ser defensor de los DDHH, condecorado con el título de Sir por el rey Jorge V. Era vilipendiado por esas mismas personas, acusándole de traidor. Muchos de sus amigos como los escritores Joseph Conrad ,Arthur Conan Doyle e incluso su propia familia le dieron la espalda.

El juicio a Róger Casement

El comprendió, ese odio a su persona. Esa gente que lo detestaba, eran ciudadanos honestos, muy patriotas. Tenían a sus hijos enlistados en el ejército, también quedaron desconsolados por tenerlos que despedirlos prematuramente. Para ellos eso era un insulto a su memoria. Incluso su carcelero lo odiaba con mayor fuerza, su único vástago murió despedazado un año antes y maldecía su suerte. Tenerlo en su presencia era la representación del enemigo que mató a su prole. Aunque con el paso del tiempo la relación entre los dos mejoró.


Su caso se peleó en los tribunales, el dramaturgo Bernand Shaw apoyó al acusado. Pero la evidencia que sepultó a Róger, fue la publicación de los “black diaries” , cuya autenticidad actualmente está en duda. Estos documentos relataban una escabrosa homosexualidad. El público inglés muy conservador en ese entonces, consideró que eso era peor que la traición a la patria. Casement, esperaba hasta el último momento que le ortogaran una pena menos severa.


Sus esperanzas se fueron “al caño”, al emitirse la sentencia que lo condenaba a morir en lo horca. El condenado asumió su sentencia con resignación. Ser colgado era destinado a los criminales vulgares le hubieses gustado ser fusilado. En sus últimos días se convirtió al catolicismo, también fue visitado por su prima querida Nina que trató de hacer agradable estos aciagos momentos, también estuvo su amiga la historiadora Alice que le inculcó ese amor por lo irlandés. Un día antes día antes de su ejecución, recibió un telegrama de Julio Arana pidiéndole que se retractara de su informe acusatorio contra él. Al leerlo lo mandó al diablo.



El 3 de agosto fue llevado al patíbulo. El reo se enfrentó a la hora final con valentía. La historia terminó rehabilitando su memoria. En 1921, los irlandeses lucharon como guerrilla durante dos años contra los ingleses, Irlanda se independizó de UK. El sueño de Casement se cumplió. A mediados de los años 60, su cuerpo fue repatriado a su patria, donde pudo descansar en la tierra que tanto amó.